El presidente carnicero de Irán carece de legitimidad para hablar ante la Asamblea General de la ONU

By Amigos españoles de Irán libre - agosto 25, 2022

 


Se espera que el presidente del régimen iraní, Ebrahim Raisi, hable ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en algún momento, después de la apertura de su 77ª sesión, el día 13 de septiembre. Por supuesto, para ello sería necesario que Estados Unidos le concediera primero un visado para visitar Nueva York, algo que, a su vez, le otorgaría una indebida pretensión de legitimidad, al tiempo que demostraría desprecio por su largo historial de violaciones de los derechos humanos, mientras promueve el terrorismo y el extremismo en todo el mundo.

Raisi fue investido a través de un proceso electoral fraudulento en junio de 2021, después de recibir el respaldo del líder supremo del régimen, Alí Jamenei. No se permitió que ninguna otra figura política destacada apareciera en la papeleta, y dos candidatos menores abandonaron la carrera en el último momento para apoyar la elección del líder supremo. Mientras tanto, la principal oposición prodemocrática, la Organización de Muyahidines del Pueblo de Irán (PMOI/MEK), instó al público a boicotear las urnas como medio para "votar por el cambio de régimen".

La gran mayoría del pueblo iraní hizo suyo ese llamamiento. Incluso el propio relato del régimen sobre su elección, coincide en que la participación de votantes fue la más baja de la historia del régimen. El MEK, por su parte, calculó que menos del diez por ciento de los votantes con derecho a voto participaron en el proceso, y que la mayoría se quedó en casa, mientras que otros presentaron deliberadamente votos nulos, para protestar contra la candidatura de Raisi en particular, así como contra la parodia más amplia de la democracia.

Estas protestas fueron una consecuencia no sólo de la campaña de boicot electoral del MEK, sino también del activismo subyacente, que puso de relieve los antecedentes de Raisi, etiquetándolo como el "carnicero de Teherán". En 1988, fue uno de los cuatro funcionarios que formaron parte de la "comisión de la muerte" en la capital del país, quien supervisó el interrogatorio y la ejecución sumaria de detenidos políticos en las prisiones de Evin y Gohardasht. Esos asesinatos fueron el componente central de una masacre nacional que se cobró más de 30.000 víctimas, la mayoría de ellas miembros del MEK.

El papel de Raisi en el intento de aniquilación de ese movimiento fue sin duda, la principal razón por la que Jamenei lo nombró jefe del poder judicial de Irán, tras un levantamiento nacional a principios de 2018. Con eslóganes como "muerte al dictador", en el marco de unas protestas que abarcaron más de 100 ciudades y pueblos, esa revuelta puso de manifiesto en gran medida la fuerza organizativa de la oposición, así como el alcance de su apoyo popular. De hecho, incluso el líder supremo se vio obligado a reconocer en un discurso que el MEK había "planeado durante meses" facilitar un malestar tan extendido, y esto, a su vez, hizo que el régimen intensificara sus esfuerzos para reprimir la disidencia y desalentar la afiliación al movimiento de la Resistencia.

El levantamiento de enero de 2018 terminó con decenas de activistas muertos, y miles de personas en prisión, pero esto no fue nada comparado con la respuesta del régimen a otro levantamiento aún mayor en noviembre de 2019. En ese caso, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica y otras autoridades represivas, abrieron fuego contra grupos de manifestantes casi inmediatamente después de que comenzaran las manifestaciones. Aproximadamente 1.500 personas murieron en cuestión de días, mientras que miles más fueron detenidas nuevamente, y puestas a merced del poder judicial de Raisi.


Lejos de mostrar piedad, ese poder judicial inició una campaña de tortura sistemática, la cual se prolongó durante meses, y acabó siendo detallada en informes de organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional. Pero a pesar de esa notoriedad y de su relevancia para el legado de Raisi como "el Carnicero de Teherán", la comunidad internacional ofreció poca respuesta a esos abusos de los derechos humanos. Este silencio contribuyó a despejar el camino para que el líder supremo del régimen recompensara, una vez más, el compromiso de Raisi con la violencia política, preparándolo para llegar fácilmente a la oficina presidencial, y comenzar a supervisar una represión más generalizada de la disidencia.
Esa represión se refleja actualmente en la tasa de ejecuciones del régimen iraní. Antes de que asumiera el cargo, la tasa per cápita era la más alta del mundo, pero comenzó a dispararse inmediatamente después de que se confirmara el nombramiento de Raisi, y en el primer semestre de 2022, el poder judicial llevó a cabo más del doble de asesinatos que en el mismo periodo del año anterior.
Pero la represión también se refleja en la política exterior del régimen, con informes recientes que apuntan a un aumento del terrorismo respaldado por Irán, especialmente dirigido al MEK y sus afiliados. En julio, la sede del MEK en Albania, Ashraf 3, se vio obligada a aplazar un mitin previsto y una videoconferencia internacional, sobre las perspectivas de cambio de régimen, después de que las autoridades albanesas revelaran que habían visto pruebas de amenazas creíbles a la seguridad, con origen en Teherán.
Luego, en agosto, el Departamento de Justicia de Estados Unidos desveló su caso contra un operativo del CGRI que había intentado reclutar asesinos, para matar al ex asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, John Bolton. Al parecer, el mismo agente tenía planes a largo plazo para asesinar también al ex secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, a raíz de las amenazas que se habían proferido anteriormente contra ambos hombres.
Ebrahim Raisi había sido uno de los proveedores de esas amenazas, y había pedido que Bolton, Pompeo y otros fueran juzgados en un "tribunal islámico", por el ataque con drones de 2020, que mató al comandante las fuerzas Quds de la IRGC, Qassem Soleimani. Sugirió que, si no se celebraba ese juicio, los seguidores del fundamentalismo islámico del régimen aplicarían el "juicio de Dios" por su cuenta.
Estas amenazas se pusieron de manifiesto el 12 de agosto, cuando un hombre llamado Hadi Matar, que había elogiado al CGRI en las redes sociales, atacó y apuñaló al escritor Salman Rushdie, en el escenario de un acto literario en el estado de Nueva York, aparentemente intentando aplicar una fatwa de hace 33 años, en la que el fundador del régimen iraní pedía la muerte del autor.
Sería un error conceder un visado a Raisi en cualquier circunstancia, pero ese error sería especialmente insensato si se cometiera tan pronto después de que el ataque a Rushdie, proporcionara un vívido recordatorio que el terrorismo respaldado por Irán, ha penetrado en las fronteras de Estados Unidos. En primer lugar, su presencia podría servir como fuente de inspiración para los agentes y patrocinadores del régimen, y, en segundo lugar, podría dejar al propio régimen con la clara impresión de que Estados Unidos no está interesado en hacer que los principales funcionarios de Irán, rindan cuentas por las amenazas terroristas y las actividades malignas asociadas.

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