El último informe sobre la actividad nuclear de Irán pone de manifiesto la necesidad de estrategias más asertivas
El Organismo Internacional de la Energía Atómica confirmó el martes que el régimen iraní ha aumentado considerablemente sus reservas de uranio metálico enriquecido en los últimos meses. La producción de la sustancia es una parte clave del proceso de desarrollo de armas nucleares, como afirmaron los signatarios europeos del acuerdo nuclear con Irán de 2015 en respuesta al anuncio inicial de Irán de que ese trabajo había comenzado. Las declaraciones de Gran Bretaña, Francia, Alemania y la Unión Europea rechazaron la afirmación del régimen iraní de que el uranio metálico era para usos civiles, que son efectivamente inexistentes. Pero el tono de estas declaraciones fue claramente insuficiente para que Teherán se cuestionara su estrategia, y mucho menos para que dejara de producir uranio metálico.
Un informe anterior del OIEA indicaba que Irán sólo había enriquecido 3,6 gramos de uranio metálico hasta el nivel del 20% en febrero. En la actualidad, esta reserva ha aumentado aparentemente a 200 gramos, mientras que las existencias de uranio bruto enriquecido también han seguido aumentando. En junio, la cantidad de uranio enriquecido por Irán, en cualquier nivel, era más de 16 veces la cantidad permitida por el Plan de Acción Integral Conjunto. El acuerdo nuclear a siete bandas también prohibía al país superar una pureza fisible del 3,67%, pero Irán violó esta restricción muy rápidamente después de que Estados Unidos se retirara del acuerdo en 2018, y luego comenzó a elevar sistemáticamente su límite superior de enriquecimiento.
El último informe del OIEA señala que la instalación nuclear de Natanz opera ahora dos cascadas de centrifugado avanzadas para enriquecer uranio hasta el nivel del 60%. Una de estas cascadas ya está en funcionamiento desde el año pasado y, al parecer, produjo al menos 2,4 kg de material en junio. Al mes siguiente, el presidente saliente, Hassan Rouhani, se jactó en los medios de comunicación estatales de la supuesta capacidad del régimen para elevar aún más su techo de enriquecimiento, hasta el nivel del 90% de enriquecimiento considerado suficiente para la producción de una cabeza nuclear. Los expertos dicen que este nivel es sólo un pequeño paso técnico desde el 60% que ya ha alcanzado Teherán.
Rouhani dijo sobre el enriquecimiento al 90%: "No tenemos ningún problema y somos capaces de hacerlo", pero trató de explicar que el régimen sólo perseguiría este objetivo si las nuevas formas de generación de energía nuclear comenzaran a utilizar ese uranio altamente enriquecido. Públicamente, el régimen ha insistido durante mucho tiempo en que sus actividades nucleares son sólo para uso civil, pero las grietas en esta narrativa aparecieron mucho antes de que los últimos avances fueran criticados por los expertos por no ser utilizados.
En febrero, Mahmoud Alavi, entonces ministro de Inteligencia, emitió una declaración en la que confirmaba la falsedad de las narrativas comunes utilizadas para defender al régimen iraní de las acusaciones de que aspira a convertirse en un estado con armas nucleares. Alavi citó una fatwa emitida por el Líder Supremo del régimen, Alí Jamenei, que supuestamente prohíbe a Irán adquirir armas nucleares, pero luego reconoció que el régimen podría revocar o violar fácilmente este edicto si lo deseara. Si el régimen lograra su avance nuclear, concluyó, "los que empujaron a Irán en esta dirección serían los culpables".
El objetivo de estas observaciones es evidente. Al culpar a los adversarios occidentales del comportamiento de Irán, pretenden chantajear a la comunidad internacional para que otorgue al régimen amplias concesiones con la esperanza de que cumpla con las restricciones nucleares, en lugar de insistir en esas restricciones en primer lugar y penalizar al régimen cuando no las cumpla. Desgraciadamente, esta estrategia ha demostrado cierta eficacia en el pasado, siendo el JCPOA el mejor ejemplo. En este caso, Teherán recibió un alivio considerable de las sanciones económicas a cambio de la promesa de limitaciones a su programa nuclear, que se aplicaron en gran medida por sí mismas. Aunque gran parte de este alivio resultó ser efímero cuando la administración Trump retiró a Estados Unidos del acuerdo, no obstante, contribuyó a cimentar una expectativa de impunidad que sigue guiando el comportamiento de Teherán hasta el día de hoy.
A medida que las instalaciones iraníes aumentan su nivel de enriquecimiento y producen uranio metálico, el régimen es cada vez más irrespetuoso con el proceso de negociación internacional para restablecer el JCPOA. Desde febrero se han celebrado seis rondas de conversaciones sobre esta cuestión en Viena, con escasos avances. Actualmente, los planes para una nueva ronda se han estancado debido a la transición presidencial en Irán.
Mientras las potencias occidentales estudian cómo tratar con la administración del Sr. Raisi tras las últimas violaciones nucleares de Teherán, tendrán que considerar cuidadosamente si tiene algún sentido real intentar volver a dialogar con un gobierno que muy probablemente planea ampliar su campaña de amenazas e intentos de chantaje. Si deciden continuar las negociaciones y ofrecer concesiones a pesar de la intransigencia del régimen, sin duda acabarán enviando el mensaje de que su presunción de impunidad es correcta. Peor aún, lo más probable es que den la impresión de que Teherán ha conseguido aterrorizar a la comunidad internacional con la perspectiva de una inminente explosión nuclear.
Es de dominio público en los asuntos internacionales que los responsables políticos no deben negociar con los terroristas. Cuando una de las partes de la negociación pretende infundir miedo, la otra parte cede una influencia considerable simplemente extendiendo su mano bajo coacción. En una negociación, una posición de fuerza requiere que primero se afirme esa fuerza de forma concluyente antes de iniciar las conversaciones en sus propios términos. En la situación actual, los firmantes occidentales del JCPOA pueden hacerlo imponiendo severas sanciones al régimen iraní, en términos de sanciones económicas y aislamiento diplomático por cada escalada sucesiva de sus actividades nucleares.
Si Estados Unidos, Gran Bretaña o la UE quieren adoptar este tipo de estrategia, primero tienen que ponerse al día. El régimen iraní lleva dos años y medio incumpliendo el JCPOA y, lejos de penalizarlo, las naciones europeas se han mantenido abiertamente decididas a preservar el alivio de las sanciones, llegando incluso a poner en marcha mecanismos para facilitar la elusión de las sanciones estadounidenses. Las consecuencias de esta estrategia son evidentes y acercan a Irán a un arma nuclear más que nunca.
Quizá no haya mejor oportunidad para cambiar esta estrategia que el cambio de administración en Teherán. Desde que asumió el cargo el 5 de agosto, Raisi ha reforzado su propia línea dura nombrando a ministros entre los que se encuentran oficiales de la IRGC y personas sancionadas o sujetas a órdenes de arresto de la Interpol por su implicación en el pasado en el terrorismo y las violaciones de los derechos humanos. Sería natural que las potencias occidentales adoptaran una postura más firme contra un grupo de criminales como éste. Sin embargo, hasta ahora no ha habido ninguna señal de cambio. Los opositores al régimen iraní deben preguntarse ahora qué más hace falta para que Occidente se enfrente a Teherán con la fuerza adecuada.
Dr. Alejo Vidal-Quadras
Alejo Vidal-Quadras, catedrático de Física Atómica y Nuclear, fue vicepresidente del Parlamento Europeo de 1999 a 2014. Es Presidente del Comité Internacional "En Busca de la Justicia" (ISJ).
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