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A lo largo de la historia, los tiranos han tenido la grandiosa creencia de que el pueblo de su país los ama y los apoya. Se presentan como parte del pueblo, ajenos a lo que ocurre en el país que controlan, mientras afirman que intentan demostrar su amor al pueblo.

Piensan que están en el camino correcto y en el lado correcto de la historia, considerándose el centro de todo. Los que los apoyan tienen razón y los que se oponen se equivocan. Cada vez que ocurre una catástrofe, se niegan a asumir su responsabilidad y la achacan a la negligencia de los funcionarios del régimen o a sus enemigos extranjeros.

En lo que respecta a Irán, la teocracia gobernante, simbolizada por su líder supremo Alí Jamenei, se cree justa, revolucionaria, islámica, democrática y víctima. Creen que han establecido la primera verdadera república en Irán y que su supuesta estructura democrática es única en el mundo. También afirman que sus enemigos difunden mentiras en Internet y exageran sus errores.

Aunque tal ilusión puede resultar útil a corto plazo, al darles la impresión errónea de que no serán derrocados en breve, los mulás pretenden ignorar que el barco lleva tiempo navegando y que no hay vuelta atrás.

La presencia activa de la Organización de Muyahidines del Pueblo de Irán (MEK/PMOI) y sus unidades de resistencia ha cambiado la situación sobre el terreno.

Las generaciones más jóvenes de iraníes han alcanzado un nivel de ilustración en el que la propaganda de los clérigos ha perdido su impacto. Si hasta ayer los mulás eran capaces de tergiversar la historia moderna de Irán, especialmente los acontecimientos de la revolución antimonárquica de 1979, hoy les resulta casi imposible hacer tal cosa.

Así, Jamenei, temiendo la creciente popularidad del MEK y la expansión de sus unidades de resistencia, introdujo algo muy extraño que llamó "yihad interpretativa" para revertir sus pérdidas.

En una entrevista publicada por Khamenei.ir, Golali Babaei, académico, escritor y propagandista del régimen, elogió la última táctica de Khamenei.