Por qué la firmeza evitará la guerra con Irán

By Amigos españoles de Irán libre - enero 20, 2024

  




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Tras los ataques del 7 de octubre y el devastador conflicto que siguió, la comunidad internacional enfrenta un duro dilema: ¿Cómo puede el mundo abordar la duradera agenda terrorista del régimen iraní sin desencadenar un conflicto en toda regla en el volátil Oriente Medio?

Esta pregunta persistente resuena en las capitales mundiales, a medida que las milicias respaldadas por Teherán proyectan una sombra inquietante sobre la región. Sin embargo, la creencia predominante de que contrarrestar y mantenerse firme contra las agresiones de Teherán, pudiere conducir inevitablemente a la guerra, es una idea errónea: una narrativa tejida por el propio régimen iraní. Los grupos de presión de Teherán en Occidente, sostienen que otros Estados tienen que “tratar” diplomáticamente con el régimen, en lugar de alienarlo.

Ese enfoque engendra más terrorismo y tendrá consecuencias desastrosas, ya que el régimen lo percibirá como una debilidad e intensificará su comportamiento destructivo.

La historia y la naturaleza del régimen muestran que solo se aleja de la agresión cuando se enfrenta a una postura firme. Contrariamente a la aprensión que rodea a las acciones decididas, esos métodos no son un presagio de guerra, sino más bien un imperativo estratégico para sofocar la agresión de Teherán.

 

La estrategia regional de Irán

La supervivencia del régimen iraní depende de dos pilares fundamentales: la represión interna y la propagación del terrorismo y el belicismo en el exterior. La estrategia del régimen en Oriente Medio gira en torno al concepto de “profundidad estratégica”, que implica fomentar la influencia regional mediante el apoyo de milicias proxy y actores no estatales.

Más importante aún, los desafíos internos del régimen, incluidas las dificultades económicas y el malestar político, alimentaron aún más su deseo de proyectar poder más allá de sus fronteras. Teherán cree firmemente que reprimir la disidencia interna, se vuelve más manejable cuando se atribuye a un enemigo extranjero.

Al apoyar a grupos proxy, Irán pretende aventurar su influencia en regiones estratégicamente importantes, como Líbano, Siria, Yemen, Irak e incluso el norte de África. Estas milicias sirven como fuerzas sustitutas y llevan a cabo los objetivos de Irán sin implicar directamente al ejército iraní.

El uso de milicias proxy ha sido particularmente eficaz en Líbano, donde Hezbollah ha surgido como una poderosa fuerza política y militar. En Siria, Irán ha desempeñado un papel central al apuntalar al régimen de Assad, brindándole asistencia militar y apoyo financiero. Irak también ha sido testigo de la influencia iraní a través del apoyo a las milicias chiítas.

 

Esta estrategia permite a Irán mantener una negación plausible, ampliando su alcance e influencia al tiempo que oscurece las líneas de rendición de cuentas. Esto ha hecho que sea cada vez más difícil abordar las causas profundas de la inestabilidad regional, lo que beneficia a Teherán.

Sin embargo, este concepto es inherentemente revelador: la extensa red de fuerzas paramilitares mantenida por el régimen iraní funciona como un poderoso símbolo de la fuerza percibida, proyectando una imagen de invencibilidad para obtener concesiones de Occidente. Además, el lobby del régimen construye argumentos sobre esta percepción, concluyendo que, los mulás gobernantes de Teherán llegaron para quedarse y deben ser apaciguados. Sin embargo, las verdaderas capacidades militares del régimen son limitadas, y su dependencia de fuerzas indirectas subraya una debilidad y vulnerabilidad intrínsecas.

Irónicamente, mientras Teherán continúa causando estragos en Oriente Medio, los funcionarios iraníes sostienen constantemente que Irán es el país más seguro y estable en una región tumultuosa. El Líder Supremo, Ali Jamenei, subraya esta perspectiva en una página dedicada a ello en su sitio web, afirmando célebremente: “Si no enfrentamos al enemigo más allá de nuestras fronteras, inevitablemente lo enfrentaremos dentro de nuestras propias ciudades”.

Contrariamente a lo que intenta retratar globalmente, Irán no se ha enfrentado a adversarios externos en las últimas tres décadas. En cambio, ha estado involucrado en una lucha implacable con su propia población. Durante años, el régimen se ha enfrentado a un adversario principal en forma de un levantamiento sostenido, el cual trasciende líneas geográficas, étnicas, religiosas, de clase y de género.

 

¿Qué piensan los funcionarios iraníes sobre la guerra?

Durante las últimas tres décadas, el régimen ha gastado miles de millones de dólares en un programa de armas nucleares y un programa diverso de misiles balísticos, ambos geográficamente dispersos por todo el país. Teherán también organiza regularmente juegos de guerra, desfiles militares, y lleva a cabo operaciones cibernéticas en todo el mundo, para mostrar la capacidad del régimen y mostrarse más poderoso de lo que realmente es.

Los apologistas y cabilderos de Teherán sostienen que Estados Unidos corre el riesgo de una guerra si se mantiene firme contra el régimen. Sin embargo, a pesar de todas sus inversiones militares y su audaz retórica, el régimen es muy consciente de que una guerra con Estados Unidos, es exactamente opuesta a su estrategia de supervivencia, por eso persigue su objetivo a través de sus apoderados.

El objetivo del régimen a través de sus actividades malévolas en las regiones, es claramente perceptible en varias declaraciones hechas por sus funcionarios. Por ejemplo, el Líder Supremo, Ali Jamenei, ha enfatizado la conexión entre la participación en Siria y los conflictos potenciales dentro de Irán, afirmando: “Si no participamos en Siria, podemos enfrentar batallas en Kermanshah, Hamadan y otras provincias iraníes”.

El comandante del IRGC, Salami, enfatiza la estrategia del régimen y afirma: “Siria e Irak constituyen la profundidad estratégica de nuestra defensa, y el enfoque óptimo en un conflicto con el enemigo es mantener la distancia”.

El ministro de Asuntos Exteriores, Amir Abdollahian, refuerza esta perspectiva al afirmar: “Hoy, si no defendemos Gaza, debemos defender nuestras ciudades”. Estas declaraciones resaltan colectivamente el enfoque del régimen de utilizar los conflictos de sus apoderados, para perseguir sus objetivos estratégicos.

La admisión más cruda la hizo Jamenei en agosto de 2018, en el pico de las tensiones políticas con Estados Unidos, durante la presidencia de Donald Trump, cuando dijo a una multitud de sus seguidores: “En resumen, al pueblo iraní: no habrá guerra y no negociaremos. ¿Por qué? Porque en la guerra implica dos bandos: nosotros, que no iniciamos el conflicto, y los estadounidenses, que también se abstienen de iniciar una guerra, porque saben que sería totalmente perjudicial para ellos. ¡Una vez los estadounidenses nos atacaron en Tabas [refiriéndose a una operación militar de las fuerzas estadounidenses, para rescatar a rehenes estadounidenses en 1981] y se retiraron! No habrá guerra, no hay duda”.

 

Obligar a Teherán a dimitir

A lo largo de su historia, el régimen iraní ha empleado repetidamente tácticas terroristas y toma de rehenes para chantajear a otros, preservando su dominio interno. Esta estrategia calculada a menudo ha tenido como resultado que el mundo ceda ante las demandas de Teherán, otorgando concesiones que han reforzado la influencia del régimen y envalentonado su agresión. Sin embargo, en los raros casos en que se han tomado medidas decididas contra las provocaciones de Teherán, no han dado lugar a una guerra, sino que han obligado al régimen a dar marcha atrás y recalibrar su enfoque.

En marzo de 2007, las fuerzas iraníes capturaron a quince miembros del personal de la Marina Real en el Golfo Pérsico. El gobierno del Reino Unido sostuvo que los marineros estaban operando en aguas iraquíes, mientras que Irán afirmó que estaban en aguas territoriales iraníes. El gobierno del Reino Unido emitió una advertencia sobre la adopción de medidas “enérgicas” contra nuevas violaciones del derecho internacional. El Reino Unido también desplegó buques de guerra adicionales en el Golfo Pérsico y llevó a cabo intensos ejercicios militares. Después de 13 días, Irán liberó a los marineros y el presidente del régimen, Mahmoud Ahmadinejad, los acompañó personalmente durante su salida de Teherán.

Este patrón de comportamiento sugiere que el régimen iraní no está dispuesto a arriesgarse a una confrontación directa con el ejército estadounidense, u otras naciones occidentales. También muestra que el régimen solo entiende el lenguaje de la fuerza y retrocederá ante una política decisiva y firme.

La amenaza que plantea el régimen iraní en Oriente Medio no es resultado de su fuerza inherente, sino más bien de la debilidad de Occidente para abordarla. Durante las últimas cuatro décadas, la política occidental ha sido predominantemente de apaciguamiento hacia el régimen iraní, convirtiéndolo en una fuerza potente en la región.

Décadas de apaciguamiento occidental, han brindado al régimen iraní amplias oportunidades para sus actividades disruptivas en la región. La complacencia histórica de Occidente, ha facilitado involuntariamente el terrorismo patrocinado por el régimen iraní.

Una crónica de cuatro décadas marcadas por la toma de rehenes y terrorismo, destaca que ceder ante el principal Estado patrocinador del terrorismo, solo fortalece a ese régimen fundamentalmente corrupto y extremista. Desde inicios de la década de 1980, la Resistencia iraní ha advertido constantemente al mundo sobre la naturaleza peligrosa y la agenda del régimen iraní. A pesar de estas alertas, la comunidad internacional ha sido testigo del crecimiento y expansión desenfrenada de esta peligrosa entidad, infiltrándose profundamente en el tejido social de diversas sociedades. A cambio de sus esfuerzos, el movimiento de resistencia no solo recibió un crédito mínimo, sino que también enfrentó una represión brutal y multifacética por parte de las potencias occidentales.

La solución para tratar al régimen, radica en abordarlo de manera decidida. Un “acuerdo decisivo” no implica recurrir a la guerra, sino que exige poner fin a la política de apaciguamiento y adoptar una postura sólida contra el régimen iraní.

 

Los mensajes estratégicos de Teherán y su impacto global.

Una percepción prevalente sugiere que, debido al formidable poder del régimen iraní, derivado de su posición estratégica en el Medio Oriente, predominantemente musulmán, la comunidad internacional se abstiene de responsabilizar al régimen por sus acciones malignas, temiendo posibles repercusiones que podrían inflamar a toda la región. Sin embargo, esta percepción errónea no es un hecho reciente; más bien, ha evolucionado a lo largo de más de tres décadas, como una doctrina cuidadosamente elaborada, la cual se originó en centros de configuración narrativa en Teherán.

Para manipular a la opinión pública e influir en la formulación de políticas, el régimen iraní ha empleado diversas estrategias para promover la narrativa de que cualquier política firme en su contra inevitablemente desembocará en un conflicto militar en toda regla. Estos esfuerzos han sido encabezados por los lobbies del régimen en Occidente, así como personas que se autoidentifican como “expertos en Irán”. Estas figuras han participado activamente en apariciones en los medios, conferencias académicas, declaraciones públicas y artículos de opinión para difundir este mensaje, presentándose a menudo como defensores de la paz y el no intervencionismo.

Su estrategia de comunicación a menudo implica exagerar la fuerza militar y la influencia geopolítica del régimen iraní, oscurecer las vulnerabilidades de Teherán, inflar la importancia política de sus apoderados en la región, disminuir el papel de otros países de Oriente Medio, presentar escenarios demasiado optimistas sobre el impacto de la diplomacia con Teherán, amplificando la percepción de  apoyo interno en favor del régimen, y desalentando acciones legislativas o ejecutivas contra la dictadura clerical.

En un informe especial del 1 de diciembre de 2018, Reuters escribió: “Hay más de 70 sitios web encontrados por Reuters, que llevan propaganda iraní a 15 países, en una operación que expertos en ciberseguridad, empresas de redes sociales y periodistas, apenas están comenzando a descubrir. Los sitios encontrados por Reuters son visitados por más de medio millón de personas al mes, y han sido promocionados por cuentas de redes sociales con más de un millón de seguidores”.

En mayo de 2019, FireEye publicó un informe que exponía una campaña de información iraní que involucraba cuentas de redes sociales, las cuales se hacían pasar por estadounidenses, llegando incluso a publicar cartas de opinión en medios de comunicación estadounidenses bajo las mismas identidades falsas.

Durante una reunión de gabinete el 25 de marzo de 2020, el expresidente iraní, Hassan Rouhani, reveló abiertamente las iniciativas de propaganda de Teherán, destinadas a moldear el sentimiento público con respecto a las sanciones contra la República Islámica. Rouhani informó con orgullo a sus principales asesores: “Nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores ha iniciado una campaña integral para influir en la opinión pública y rechazar las sanciones. Nuestro objetivo es repatriar los fondos incautados en otros países”.

A lo largo de los años, los líderes iraníes han perfeccionado sus habilidades para llevar a cabo una guerra en la sombra. La dependencia de fuerzas proxy, como extensión principal de su ejército en el extranjero, se complementa con la utilización de agentes extranjeros en Occidente, para influir en las políticas a su favor. Aprovechan a sus defensores en el escenario global, para evadir la responsabilidad por sus crímenes, y promover la narrativa de que la única manera de evitar una guerra, es llegar a un acuerdo con Irán.

 

Conclusión

Abordar la persistente amenaza que plantea el régimen iraní requiere un cambio estratégico más allá de la contención convencional y las respuestas militares tácticas. Es crucial reconocer que las acciones agresivas de Teherán, surgen de una estrategia de supervivencia profundamente arraigada en vulnerabilidades internas, más que de una búsqueda de dominio global a través de guerras regionales. La naturaleza cíclica del comportamiento de Teherán, subraya la necesidad de una política más matizada e integral en Occidente.

El régimen clerical ha equilibrado su aparato sobre dos pilares: la represión interna y el cultivo de crisis y belicismo en el exterior. Estos dos pilares sirven para la preservación del régimen. Sin embargo, fomentar la crisis, no implica necesariamente una guerra directa con Estados Unidos u Occidente. Involucrarse en un conflicto directo con Estados Unidos, resultaría sin duda en la derrota del régimen, lo que contradice su enfoque estratégico de autoconservación. Por lo tanto, fundamentalmente, el régimen no está inclinado a la guerra con Estados Unidos.

Los cabilderos del régimen afirman que una confrontación decisiva con el régimen, exacerbaría la crisis y empujaría al régimen a la guerra. Esta es una afirmación infundada. De hecho, los casos históricos han demostrado que, siempre que se han tomado medidas decisivas contra el régimen, este ha retrocedido. En cambio, cuando se enfrenta a un enfoque más suave, el régimen se vuelve más asertivo, intensificando su comportamiento destructivo.

El régimen percibe que su estabilidad depende del caos y la agitación experimentados por otras naciones. Si la comunidad global, realmente busca una solución para una paz y estabilidad duraderas, debe abordar los dos pilares fundamentales de la estrategia de supervivencia del régimen.

Para abordar esta cuestión, Occidente debería poner fin a sus cuatro décadas de política de apaciguamiento hacia el régimen iraní, y alinearse con el pueblo iraní y su legítimo movimiento de resistencia, para lograr un cambio de régimen.

Ali Safavi (@amsafavi), miembro del Comité de Asuntos Exteriores del Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), París.


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