La historia amenaza con repetirse: 15 presos políticos podrían ser ejecutados en Irán
El 12 de julio de 2025, el régimen clerical iraní condenó a tres presos políticos: Farshad Etemadi-Far (30), Masoud Jamei (47) y Alireza Mardasi (Hamidavi) (52), a dos penas de muerte cada uno y a un año más de prisión. ¿Su delito? “Su presunta pertenencia a la Organización Muyahidín del Pueblo de Irán (OMPI/MEK)”. Tras dos años de tortura y aislamiento, ahora esperan su ejecución en la prisión de Sheyban, Ahvaz.
Otros dos, Saman y Davood Hormat-Nejad, fueron condenados a 12 y 15 años de prisión por cargos similares. Estos veredictos reflejan no solo un sistema judicial diseñado para la represión, sino igualmente, un régimen aterrorizado de su propio pueblo.
Ellos no están solos. En los últimos meses, otros 12 presos políticos han sido condenados a muerte por su presunta afiliación a la OMI/MEK. El Tribunal Supremo ya ha confirmado siete de esas sentencias. Entre ellos se incluyen Behrouz Ehsani, Mehdi Hassani, Abolhassan Montazer, recluidos en la prisión de Ghezel Hesar, Vahid Bani Amerian, Mohammad Taghavi, Ali Akbar Daneshvarkar, Babak Alipour, Pouya Ghobadi, recluido en la prisión de Fahsafouyeh, Manouchehr Fallah, Amin Farahvar, recluido en la prisión de Lakan, Mohammad Javad Vafaei Sani recluido en la prisión de Vakilabad, Ehsan Faridi, recluido en la prisión de Tabriz, Masoud Jamei, Alireza Merdasi y Farshad Etemadifar, recluidos en la prisión de Sheyban.
Su único "delito" fue atreverse a creer que Irán podía ser libre.
Este mes tiene un gran peso histórico. El 19 de julio de 1988, coincidiendo con el alto el fuego en la guerra entre Irán e Irak, Jomeini ordenó la formación de los infames "comités de la muerte". Estos comités enviaron a la horca a más de 30.000 presos políticos, la mayoría simpatizantes del PMOI/MEK, tras juicios de dos minutos.
Ahora, 37 años después, escalofriantes indicios sugieren que la historia podría estar repitiéndose.
La agencia de noticias Fars, dirigida por el CGRI, elogió recientemente la masacre de 1988 como una "experiencia histórica exitosa", abogando abiertamente por su repetición. Esto no es retórico: ES UN PLAN.
“Un crimen está en progreso”
En la prisión de Ghezel Hesar, Saeed Masouri, el preso político iraní que lleva más tiempo en prisión, y que lleva 25 años encarcelado sin un solo día de permiso, fue sacado violentamente de su celda el 16 de julio. Sus compañeros protestaron, obligando a los guardias a devolverlo temporalmente. Desde su celda, Masouri envió un mensaje escalofriante:
“Este secuestro con el pretexto de un traslado no se trata solo de mí; su objetivo fundamental es controlar, aislar y silenciar a los presos… para una mayor represión e insistir en más asesinatos y ejecuciones, tal como ocurrió en 1988. Se está cometiendo un crimen. Que el mundo sepa esta vez que se está cometiendo un crimen”.
Sus palabras no son una advertencia, sino una alerta en tiempo real. La maquinaria del asesinato en masa está engrasada y lista.
Un régimen en guerra con su pueblo
A medida que crece la disidencia en Irán, el régimen ha recurrido a su arma más antigua: las ejecuciones. Cree que el miedo aplastará la resistencia. Pero la historia nos dice lo contrario.
Tras años escuchando los testimonios de sobrevivientes y familiares, Cada vacilación de la comunidad internacional envalentona a Teherán. Cada condena silenciosa le indica al régimen que el mundo volverá a mirar hacia otro lado.
No basta con que la comunidad internacional emita declaraciones de "profunda preocupación". Las palabras por sí solas no pueden detener la horca. Las Naciones Unidas, el Consejo de Derechos Humanos y los gobiernos democráticos deben tomar medidas concretas:
- Exigir una moratoria inmediata de todas las ejecuciones en Irán.
- Poner en la lista negra al CGRI.
- Reconocer el derecho del pueblo iraní a resistir la tiranía.
Maryam Rajavi, presidenta electa del CNRI, ha afirmado con frecuencia que la tercera opción es un cambio de régimen por parte del pueblo iraní y su resistencia organizada, no requiere tropas ni armas extranjeras, solo el reconocimiento internacional de su derecho a luchar por la libertad. Durante décadas, las familias iraníes han llevado esta lucha sobre sus hombros. Han enterrado a sus hijos, soportando el exilio y la prisión, pero se han negado a rendirse.
Ahora le toca al mundo igualar su valentía.